sábado, 24 de octubre de 2009

de madrugada (2009)


Caminábamos mi sombra y yo, por esa misma calle oscura y fría que otras tantas veces nos había acompañado. Pensando con quien pasar la noche esta vez, con la angustia, con la impotencia y el odio, o con la resignación. Los pocos ruidos de la ciudad parecían ignorarnos por completo, estábamos solas ahí, tratando de darnos calor una a la otra. Nunca mirábamos hacia delante, nuestro recorrido era inconciente, observando el suelo, no existía nada nuevo por descubrir, nada que no hayamos visto, era solo una manera más de encontrar lo que buscábamos. No emitíamos palabra ni sonido alguno, solo escuchábamos, cómo las pocas personas que daban vueltas susurraban alrededor, era fácil reconocer a quienes buscaban lo mismo que nosotras. Se distinguían llantos, risas, palabras de amor y de odio, pero nunca de aliento. Y llegamos al final de la calle, mirando hacia todos lados pensamos para donde continuar, si volver o buscar otro rumbo, alguno desconocido tal vez, con nuevas experiencias, y mirándonos a los ojos, con un simple gesto, llegamos a un acuerdo, ninguna deseaba realmente volver atrás, volver a las cosas que veíamos todas las noches, escuchar los mismos llantos y nadie acude por ellos. Caminamos dos pasos y pegamos media vuelta, íbamos en busca de sonidos y miradas nuevas. Cuando de repente ahí estaba, esa cosa oscura y escalofriante, nos parecía familiar, ya la habíamos visto muchas veces, ya había estado presente alguna que otra vez en esta calle, y nos miraba pasar. Entonces me acerqué y le pregunte quien era y por qué estaba siempre ahí, en ese mismo lugar cada vez que caminábamos, y nos observaba. Me miró a los ojos y me dijo, yo no las observo, ustedes me observan a mi. Yo no las busco, ustedes me buscan. ¿Por qué? – le pregunté – Porque no pueden dejarme atrás, porque formo parte de ustedes aunque así no lo quieran, es necesario que esté presente siempre para que no vuelvan a cometer los mismos errores, y mi trabajo no me gusta, pero para esto nací, y esto es lo que soy, soy dolor y no hago otra cosa que no sea hacer sufrir a las personas, se lo merezcan o no, y recordarles de vez en cuando que aunque no lo noten sigo estando presente en todos sus actos. ¿Por qué? – volví a preguntar – ¿por qué a mí ? ¿por qué no paras de buscarme a mi y me recuerdas todo el tiempo lo feo que se siente, por qué siento soledad, por qué siento culpa, por qué me siento destrozada? Lo único que intenté en mi vida fue hacer las cosas lo mejor posible para ser feliz, aun sin saber como se sentía eso, sin saber si era el camino correcto o estaba errado, pero lo intenté. ¿Por qué no te vas nunca de mi? Me equivoqué muchas veces si, pero siempre por intentar hacer lo mejor, y pedí perdón, y me retracté, intenté enmendar las heridas que causé… ¡hice todo lo que pude, hice todo lo que pude!. Y en ese momento exploté en llanto, mi sombra solo observaba el acontecimiento. Él, me tomó de los hombros y me dio aliento – Yo no voy a estar siempre presente si eso no es lo que deseas, estoy donde debo estar, en el lugar que cada uno me ponga, con la importancia que cada uno me dé, están los que se olvidan de mi y siguen cometiendo errores, porque no me tienen miedo, porque están acostumbrados a convivir conmigo, y están los que saben que cuando estoy presente es porque algo deben hacer, recordar sucesos del pasado para no volver a equivocarse. Tal vez nunca me voy de tu vida porque no me dejas ir, tal vez necesites que esté constantemente cerca tuyo para sentir que tienes algo de que preocuparte, tal vez pediste perdón y eres tú la que no se perdona, quisiste enmendar tus errores pero no puedes arreglar tu corazón, porque eso necesita la ayuda de otras personas, no puedes hacer todo sola, necesitas amor, respeto, compañía, si sigues caminando por aquí tan seguido no vas a parar de encontrarme, intenta hacer otra cosa, busca tu destino y yo solo estaré ahí cuando sea necesario, porque jamás te olvidarás de la sensación que causo, jamás pararás de llorar, ni de sufrir, pero eres tu la que debe sacarle el buen fruto a eso y lograr que no quede solo en sufrimiento, en una herida más -. Pegó media vuelta y se alejó dejándome sin palabras, y no me atreví a hacerle más preguntas, porque ya era suficiente haber estado tan cerca, sentirlo tan cerca como tantas veces, solo quería que se aleje de mí. Mi sombra me miró, y sonreímos, en total silencio caminamos, pero esta vez por otro camino, por el más difícil, pero iluminado, con piedras y cosas que esquivar, pero ya no era el camino de llantos y desconsuelo, ya no se oían. Solo era silencio, era muy tarde, de madrugada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario